Si hay algo que cada día tengo más claro desde que empecé a trabajar sobre los objetivos de CáceresVerde es que las administraciones públicas, y los ayuntamientos en particular, deberían contar más con la participación de los ciudadanos.
Cuando compramos una casa que aún no está construida queremos no sólo saber, sino incluso ver a priori cómo va a ser. Y si es posible, también queremos aportar nuestro punto de vista o directamente decir cómo queremos que sea, bien en algunas de sus partes o bien en su totalidad y en cada uno de sus detalles, como en el caso de una nueva vivienda unifamiliar.
Por las mismas razones, cada vez somos más los que no entendemos que a los ciudadanos no se nos brinde la oportunidad de participar directamente en el diseño de nuestras calles. Al fin y al cabo, somos los que vamos a vivir en ellas.
Sí, ya sé que cualquier representante municipal podrá saltar enseguida diciendo aquello de «¡Pero si el proyecto de esa calle estuvo expuesto al público durante un mes y no se presentaron alegaciones!«. Pero no se trata de eso. Aparte de que es un trámite, una obligación legal y en absoluto un medio de participación ciudadana que nos regalan, lo de la exposición pública para alegaciones es una mera excusa por las siguientes razones:
- En primer lugar, decir que algo no te gusta no está considerado como una alegación válida, por lo que aunque a la mayoría de los ciudadanos no nos gustara el nuevo diseño de una de nuestras calles tendríamos que tragárnoslo porque a los pocos que dispongan de tiempo y de ganas para analizar el proyecto y elaborar y presentar alegaciones no les van a hacer el más mínimo caso.
- En segundo lugar, de lo que estamos hablando es de participar de forma activa antes de la redacción del proyecto final, no del mero derecho a detectar irregularidades o incongruencias con las normativas y tener la oportunidad de denunciarlas.
- En tercer lugar, los ciudadanos no siempre están bien informados sobre posibles actuaciones que pueden afectarles, y no parece tener sentido que deban leer los boletines oficiales a diario.
- En cuarto lugar, y ya que estamos hablando de la información a los ciudadanos, ésta les llega en muchas ocasiones de una forma bastante distorsionada (por usar un adjetivo suave). Pongo un ejemplo que desgraciadamente está de actualidad: Cuando un ciudadano preocupado por los árboles de su ciudad lee a principios de 2015 en un periódico que el proyecto del aparcamiento subterráneo de Primo de Rivera «contempla trasladar el gran cedro de la isleta de Hernán Cortés al Parque del Príncipe. Los demás árboles no se tocarán, excepto alguna excepción, al estar fuera de la calzada, sobre el acerado, zona no afectada por la excavación» ¿qué debería pensar? Que no hay ningún problema, ¿no? Que si la noticia fuera errónea el ayuntamiento de su ciudad se habría preocupado de desmentirla, de informar correctamente a los ciudadanos para que sean conscientes de que se van a cargar casi todos los árboles (siendo además los primeros en caer algunos de los que no estaban afectados por el proyecto) y de que la probabilidad de que el cedro sobreviva al transplante es prácticamente nula… No me estoy inventando nada, el párrafo anterior lo leí en su momento (y aún lo puede leer cualquiera en esta noticia del Diario Hoy), y como un imbécil me lo creí. Mea culpa, pero tranquilos que no me volverá a suceder en la vida.
- En quinto lugar, considero que no debería ser labor del ciudadano de a pie el estar continuamente analizando los proyectos técnicos del municipio por si acaso. No todo el mundo tiene ni los conocimientos ni el tiempo necesarios para ello.
- Por último, y en el caso concreto del Ayuntamiento de Cáceres, mi propia experiencia personal es bastante negativa. En cierta ocasión preparé un extenso documento de alegaciones a una normativa municipal sobre un campo en el cual me considero experto y no se me hizo ni el más mínimo caso. Ni tan siquiera me contestaron ni en un sentido ni en otro, como si no hubiera presentado nada y todas las horas que dediqué a lo que yo consideraba mi deber como ciudadano no hubieran existido. Y todo ello a pesar de molestarme en acercarme al ayuntamiento a preguntar por aquello. Por toda contestación me dijeron que esperara y que ya me contestarían si mis alegaciones fueran consideradas.
¿Es una utopía pensar que un ayuntamiento cuente con la participación ciudadana a la hora de repensar una calle?
En absoluto, por mucho que en Cáceres pueda parecerlo. En muchas ciudades se hace de forma habitual.
Algunos podrían argumentar que el ciudadano de a pie no está capacitado para entender todas las cuestiones y detalles implicados en una actuación sobre una calle. Cierto, entre otras cosas porque lo contrario significaría que sobran los técnicos. Pero es que no estamos hablando aquí de que los ciudadanos redacten los proyectos, sino de que participen en la definición de las calles de su ciudad, sencillamente de que se oigan sus opiniones sobre cómo quieren vivir.
Además, llegados a este punto podríamos hacernos otra pregunta, a la vista de lo que sucede en Cáceres: ¿se puede hacer peor de como se está haciendo últimamente sin contar con la ciudadanía? Yo sinceramente creo que no, creo que los ciudadanos pueden aportar algo. Perdón, creo que podemos aportar mucho.
Por otra parte, la participación ciudadana no tiene por qué descender a un nivel excesivo de detalle. No somos nosotros los que tenemos que decidir por dónde han de ir los colectores de saneamiento o cuántas farolas hay que instalar, pero creo que sí estamos capacitados para decidir (o al menos opinar) sobre muchas otras cuestiones más generales que afectarán, y mucho, a la forma en que vivimos nuestras calles. A lo mejor, si se hubiera consultado a los ciudadanos sobre la idoneidad o no de la Avenida Primo de Rivera para construir un parking, la mayoría habría opinado lo mismo que opinaba nuestra actual alcaldesa cuando aún no era alcaldesa: que no es el sitio adecuado (no, no has leído mal, pincha en el enlace y verás que es cierto). O a lo mejor, y para que no me digan después que utilizo este blog como «arma política arrojadiza», si la alcaldesa anterior hubiera contado con los ciudadanos, se habría dado cuenta de que a nadie le apetecía modificar la Plaza de San Juan como ella pretendía, o de que la Plaza de las Claras que sí se modificó nos espantó tanto como nos ha espantado recientemente la calle San Pedro de Alcántara.
Y también entre los dos extremos, entre los conceptos generales tales como si es conveniente remodelar una determinada plaza o construir un parking en una determinada calle y el nivel de detalle excesivo del que hablaba antes, existen un montón de aspectos en los que los ciudadanos tienen mucho que aportar.
Sin que ello signifique que unas bases de partida y unas determinadas recomendaciones o incluso restricciones no sean previamente planteados por urbanistas u otros expertos, ni por supuesto que los expertos no intervengan de nuevo una vez recogidas las ideas de la población, buena parte de las fases de definición de los espacios públicos deberían contar con las ideas, la experiencia y los gustos de quienes van a habitar esos espacios.
Sinceramente, no puedo entender cómo esto no es el pan nuestro de cada día. Quizás sea mi experiencia en el ámbito empresarial lo que me hace verlo tan claro, pero paraos a pensarlo un momento. Imaginad que pudiéramos elegir el destino de nuestros impuestos igual que, dentro de las posibilidades de cada uno, podemos decidir qué productos compramos. Cuando una empresa no escucha a sus clientes, lo normal es que acabe en la ruina, por eso las empresas que triunfan invierten mucho tiempo y dinero en conocer perfectamente las preferencias de sus clientes. También es cierto que muchas invierten grandes esferzos y grandes sumas en algunas actividades de marketing que podrían interpretarse como orientadas a manipular al consumidor, ¿no es cierto?. Bien, ahora pensad en cómo funciona el mundo de la política en general. ¿En qué se invierte más, en lo primero o en lo segundo? Bingo. Seguramente muchas empresas tenderían a hacer lo mismo si nos viéramos obligados a hacer todas nuestras compras de golpe una sóla vez cada cuatro años. Pero aun así, yo les auguraría un mejor futuro a las que siguieran dedicándose a conocer a fondo lo que sus clientes realmente esperan de ellas.
Volviendo de nuevo al tema central de este artículo, la participación ciudadana activa en el diseño de nuestras calles, os podéis estar preguntando: Me parece muy bien pero, técnicamente, desde un punto de vista práctico, ¿cómo se puede conseguir canalizar o instrumentalizar esa participación?
La respuesta, como en muchos casos, es que casi todo está ya inventado. Como he dicho antes, se trata de una práctica habitual en otras ciudades (quiero creer que en muchas, aunque en la nuestra parezca que estamos a años luz de todo eso), de forma que hay gente que se ha preocupado incluso de crear herramientas que permiten a los ciudadanos expresar gráficamente sus apetencias o necesidades, diseñar las calles de su barrio y compartir y refundir sus ideas con las de otros.
¿Os suena bien? Pues no os perdáis mi próximo artículo, porque en él os presentaré una de estas herramientas y os daré unas indicaciones básicas para que podáis empezar a utilizarla enseguida.
Me parece un articulo maravilloso y muy acertado. Estoy ansioso por probar la herramienta que propones que seguro que no defraudara, como tus articulos.
Ignacio Gonzalez
Muchas gracias, Ignacio. Seguro que te gustará.
Estoy de acuerdo con este artículo, y creo que deberíamos estar informados cuando se trata de desmantelar el centro de una ciudad cuando a pocos metros hay sitio para hacer aparcamientos sin destrozar zonas verdes que tanta falta hacen.
Muchas gracias, Luis. Estoy totalmente de acuerdo. Espero la siguiente entrega